Un rey recibió de obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro domador para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor le comunicó que uno estaba perfectamente adiestrado, mientras que no sabía que le había sucedido al otro, no se había movido de su rama, por lo que debía alcanzarle el alimento.
El monarca encargó a los miembros de la corte que convocaran a curanderos y sanadores de toda clase. Pero nada sucedió, porque nadie podía lograr que el halcón volara.
Así fue que publicó un edicto entre sus súbditos y, a la mañana siguiente, vio al ave volar, ágilmente, entre los jardines del palacio.
-¡Tráiganme al autor de este milagro!-ordenó
Buscaron por toda la comarca. Y cuando le presentaron a un campesino, el rey se asombró:
-¿Tú lo hiciste volar? ¿Cómo lo lograste? ¿Acaso eres mago?-le preguntó.
Entre feliz e intimidado, el hombre explicó:
-No fue difícil, Su Alteza, sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas y se atrevió a volar.
Daniel Colombo